lunes, 14 de junio de 2010

Recordó cuando algún día corrió como Billy Elliot, cuando mientras caminaba con el ritmo más irregular que se puede alcanzar, comenzo a ser acariciado por el viento, casí despegó del suelo. Los árboles se deslizaban sumisos a la fuerza de la ventolera, y el sonreía mirando al cielo oscuro y denso.


No hay nada que disfrute más que caminar con el viento en la cara.

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