martes, 18 de noviembre de 2008


Era día martes, pero era el típico día lunes, cabrón por excelencia. Había despertado 40 minutos tarde, y llegue 30 minutos tarde a mi destino, con una absurda alegría por haber hecho todo en 10 minutos menos. Más que mal, es ese el brillo, se es feliz por estupideces, que de estupidez poco tienen. Una Hora de viaje en metro escuchando la misma canción. Con la mente casi en blanco. Había una sola cosa dando vueltas. No, no es que haya olvidado ponerme pantalones con el apuro, ni nada así. Era algo más. La canción me había llevado a un estado de reflexión alegre. Tenía un sonrisa casi permanente en el rostro, pero en el interior había ese algo en el que pensé todo el rato. Fue uno de esos días, en los que llegas tarde y todos te ven entrar, en verdad me daba lo mismo, ¿Quién no se ha quedado dormido?. El día pasó silencioso, con pocos chistes y sin mucho interés en las conversaciones. El silencio terminó cuando en el paradero pisé un chicle. Ahí me puse a pensar en otras cosas.